El poeta
despierta, se levanta de su cama
arrastrando una
perpetua ensoñación
y su sonrisa está hecha de una amalgama
entre amabilidad, picardía y obsesión.
El poeta camina a la cocina y desayuna
sale de casa y se pierde sin pena alguna,
el poeta se estira y levanta las manos
piensa y actúa de acuerdo a sus años.
Cambia de cuerpo y de tiempo
así conforme a su necesidad,
siembra el anhelo y
el miedo
en un acto propio de caridad.
El poeta canta las verdades dichas y no dichas
doma a las fieras como letras vivas y no vivas,
cuando escribe no come, no duerme
se ahoga en un verso que no florece.
El poeta no decide
tan solo danza,
cuando no escribe
el poeta trabaja.
Maneja taxis y diseña edificios
atiende llamadas y viaja a sitios,
todo se acumula sobre sus manos
dudas e hipótesis salen de sus labios.
El poeta respira, bebe, desaparece
hormigas marchando en las paredes,
el poeta vive, sufre, goza y muere
igual que cualquiera de estos seres.
El poeta nace y está inclinado a fracasar
ignora la forma en que su voz perdura,
condenado a contemplar la hermosura
cargando un corazón que quiere estallar.
Charla de flores y de huesos
mastica piedras y promesas,
recuerda amantes y muertos
apila balas y sospechas.
El poeta no puede callar
cuando la musa toca su alma,
como a las tres de la mañana
el poeta debe contestar.
Sueña que se le caen los dientes
escucha a las aves con atención,
reúne ideas y ocasiona accidentes
limpia el patio con determinación.
El poeta desnuda su existencia
a través de libros, paredes, servilletas,
una forma invisible de materia
el poeta es eterno mientras tú lo leas.