lunes, 6 de noviembre de 2017

Ofelia

Una voz para consentir,
caricias para consolar,
-Vente mi niño, dame esos chinitos,
yo quisiera unos chinitos así - me decías,
yo no podría olvidarme,
déjame ver cómo atiendes a las aves y a las plantas,
llévame a misa y escúchame cantar los salmos,
escúchame rezar y decirle nuestros nombres a Dios;
luego vamos a sentarnos en las bancas un rato,
a ver que amistad nos encontramos,
pero no hay que volver tarde a la casa,                                                       
vamos a merendar pan con chocolate
y cuando todos se vayan de la cocina,
pídeme que me quede a platicar,
cuéntame de los concursos de baile,
cuéntame cómo era la casa hace 30 años,
cuéntame de las escapadas,
de los viajes y las comidas,
y enséñame las fotos de mis tíos y mi mamá;
solo una pregunta me pone nervioso:
-¿Bailamos joven? -
Y hoy me gusta bailar aunque no sepa,
me gusta el mambo y las canciones lentas,
solo por ti.
Ay la nata con azúcar,
el pan con mantequilla,
las gorditas, el caldo de verduras
y el atole para pegar las estampas,
dormirme en tu cama
frente a los elefantes de porcelana.
Yo no me podría olvidar de ti,
me entregaste la paciencia de tus ojos
y la dulzura de tus labios,
un abrazo y una bendición,
son los recuerdos de un amor perfumado,
gardenias y reinas por una noche,
son los momentos de una infancia,
una vejez, una vida con ritmo en el corazón.

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