jueves, 9 de noviembre de 2017

Bañarse en el río

Es de noche, salgo de mi hogar
para penetrar en la espesura,
ahí donde los cuerpos silvestres
anidan y cazan imponiendo su ley;
camino hipnotizado por una sensualidad abrumadora,
me está llamando una calma total,
mis pasos son como bruscos despertares
sobre una tierra oculta en lo profundo,
senderos entretejidos a través de diversos pisos,
a través de húmedas plantas y exuberante follaje,
a través de ecos aullantes y miradas nocturnas;
todo está tan desnudo, tan llano y entero,
una promesa enterrada por una madre celosa y fiel,
un llanto siempre verde, aun sin yo poder entender
estoy abriéndome, están llevándome a algún lugar;
toda esta maleza azul, después verde, después blanca,
las estrellas fúlgidas, los árboles altos y frondosos,
toda esta oscuridad preciosa me ofrece su hermandad,
me hace sentir libre, protegido y acechado a la vez;
me detengo ante un río de zigzagueantes orillas
y despojándome de mi ropa entro al agua,
ella me cubre hasta la cintura, me abraza,
agua fresca de confortable temperatura,
apenas fría, avivando cada poro de mi piel,
como rejuveneciéndome, como adormeciéndome,
en la orilla se pueden ver los jaguares y las flores,
ya están esperándome,  entre las hojas y la luz,
todas estas flores amarillas, rojas, azules y moteadas
embellecen mi mirada y enternecen el aire con su perfume,
termina el llanto, ya estoy acercándome al despertar;
la brisa de la montaña acaricia la superficie del agua,
los rayos lunares reflejan en el fondo las piedras preciosas,
espinela que seduce con su brillo en todas direcciones,
y mi cuerpo se mueve al ritmo del empuje de la corriente;
este es un lugar donde dormir,
es un abismo completo y final,
me baño en el río y las flores se inclinan,
ojos verdes me miran y rugen con fuerza,
en un impacto celeste que rompe el cristal,
este es mi cuerpo, que se va con el río.

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