Deja que mis
manos rompan el fino cordón de aire
que se
sostiene dulcemente entre mi piel y tu piel,
deja que las
horas circulen con el aroma nocturno,
que nace de
blancos puros tendidos sobre la mesa,
coronas
santas, benditas del Amazonas respirando
y de una dicha
formada de breves suspiros robados,
cena conmigo
y deja que la luz de plata nos bañe,
comamos del
silencio amoroso oculto en la mirada
mientras la
brisa silba una melodía desnuda y fiel,
que las
sombras se levanten y se marchen veloces,
líbrate de desengaños
y descansa ya de tus males,
tócame, que
esta noche no es una ilusión desvelada,
abrázame
inocentemente ante la promesa jaspeada
y disfrutémonos la vida, sin saber si volverá mañana.