Es un dolor ardiente
que estremece los huesos
y se roba las fuerzas,
que corre violento desde
el estómago hasta la boca,
mi cuerpo distingue su peso sobre
la tierra
y mi alma flota libre sobre
recuerdos.
¿A dónde se fue la calma?
Está fuera de mí.
Su rostro destella en mis ojos cada
vez que parpadeo
y su nombre se queda en mis
labios sin poder pronunciarlo,
todos los asuntos se desvanecen
dejando polvo en el suelo,
todo lo que veo se desenfoca y se
aleja,
y cada respirar es una oración
que oprime y lastima el corazón.
Hay un signo por encima de mí,
esta es la certeza de mi
esperanza,
el testimonio fiel de su promesa.
¿Por qué pues, estoy llorando?
Yo, que conozco la verdad y la
vida,
Sé también, que es imposible
ignorar este dolor.