martes, 18 de diciembre de 2018

Expedición final

Eres la reina perpetua de la naturaleza salvaje,
raíces que se pierden bajo la tierra para tocarte,
las fieras rugen ocultas entre la maleza
suplicando tu respuesta,
mientras el plumaje hermoso de las aves
pretende imitar tu piel.
Dime, ¿qué embrujo invisible tiene tu voz sobre la selva?
¿Cuál es tu nombre en medio de la noche diamantada?
He de confesarlo ahora
pues temo por mi vida
y sé que de seguir aquí
a la intemperie de tus deseos
no sobreviviré las horas,
he sido yo el explorador indiscreto,
buscando la naturaleza viva de tu ser,
he sido yo el profanador de la tierra,
insolente guiado por curiosa devoción
hacia la belleza indecible
en el seno de lo oculto,
listo para descifrar el misterio,
aún si me devoran tus fauces.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Milagro

Recién estallaban los cañones,
¡Viva Cristo Rey!
El filo de la espada resplandecía
cegando los ojos de campesinos
que esperaban el torrencial de septiembre
días de lluvia que no pararon,
hasta que el río Lerma desbordó,
tierras inundadas y asentamientos devastados.
¡Suban a los techos, ahí viene el río!
Gritaban con espanto hombres y mujeres,
con gran pesar miraban el agua y el tiempo correr.
¡Que salga la Reina!
Madre del Salvador,
que nos proteja su imagen bendita,
llevaron a la Virgen del Refugio en procesión,
y al asomar la luz de su rostro
cruzando por el arco central
del extenso atrio parroquial,
el ímpetu de las aguas se calmó
descendiendo pronto su nivel,
como si el brillo azulado de su manto
anunciara el final de una noche segura
y el Sol que ella cargaba en sus brazos
proclamara un nuevo y próspero día.
Aquel milagro que salvó al pueblo
renovó la fe de sus habitantes
y es bien sabido hasta el día de hoy
que tenemos un refugio en su corazón.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Digono

Al llegar jamás pensé en quedarme,
tan solo curar mi impericia,
arrojarme a un mundo más complejo,
pisar un peldaño de granito,
hacer una carrera hasta desfallecer,
ahogarme y rescatarme,
pero la camaradería y la complicidad
se tornaron en gemas invaluables.
¿Cuánto se puede aprender de los amigos?
La calidez de un “buenos días”,
cartas mágicas para pasar el rato,
sentarnos y comer todos juntos,
el gran consejo de la experiencia
y las buenas ideas de la novedad,
cada conversación surgía de los ángulos,
uniéndolos creábamos figuras nuevas
y yo crecí, gracias a todos estos ángulos,
nunca se trató de un escalón,
ha sido la cima, que juntos hacíamos más alta.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Sagrario

Esta tarde es triste y llueve tanto,
como un lamento de mi memoria,
recuerdo el polvo sobre los estantes,
las cosas que eran y que desprecie,
el pasto crecido que ya no quiere mi atención,
aquellos espejos rotos y botellas vacías,
el brillo azulado de un coro de ángeles,
yo que descuide por completo la casa mía,
ya  nada es mío ni puedo robarlo,
ayer que decidí cuál era mi dicha
y hoy que solo vivo por estar vivo,
por eso esta tarde salgo apresurado,
sin abrigo ni besos de despedida,
camino entre las calles y callejuelas,
sin detenerme con nadie ni nada,
nada ni nadie se queda conmigo.

Y al estar de pie, con ganas de llorar,
frente a las colosales puertas,
quieto como si hubiera golpeado un rayo
y con una hambre inmensa,
me miran jueces bien abiertos que van saliendo
y pienso que ellos dicen con voces muy bajas
¿Quién será este hombre?
¿Qué tristezas le tienen tan enfermo?
O ¿Cuánto habrá tomado este infeliz?
Hace mucho que ya no bebo,
hace poco que ya no aguanto,
doy un paso y me adentro en la parroquia.

Me muevo entre las bancas y los nichos,
¿Quién de nosotros o de aquellos
podría erguirse hoy sobre un nicho?
Si no hay cosa material que nos sostenga,
si cada mujer y cada hombre se tiene
a sí mismo como  una verdad indecible,
una conciencia gris, sin temor ni dolor.
Al acercarme discretamente al altar
puedo contemplar esas manos,
las dos manos santas clavadas,
las espinas que atraviesan al hombre
y el rostro doliente que busca al Padre,
no encuentro consuelo,
ya no contengo el llanto
y me doy cuenta que una mujer me está mirando,
una mujer de carne y hueso,
que me mira con compasión,
como si yo recién me hubiera bajado de la cruz,
como si supiera perfectamente
cuanto dolieron las espinas y los clavos.

¡Oh dios mío!
De haber sabido antes que estabas aquí
quizás yo no hubiese sido indiferente,
aquí en este sagrario inmaculado
que es un refugio para el pecador
y que me mira como mi madre,
es que a veces de Dios,
uno necesita una madre.

¡Oh madre mía!
De haber sabido antes que te tenía,
tal vez yo habría sido mejor hijo,
mejor hermano, mejor padre
y ahora que me doy cuenta
de que nada de esto me fue ajeno
pero que por elección lo ignoraba,
quiero atenderlos a todos.

Quiero volver arrepentido a mi hogar
y ofrecerles a todos un acto sincero,
quiero calmar esta hambre de amor
y ofrecerles a todos un pan caliente,
a los estantes, el pasto y los ángeles
con la fe que había perdido, hasta hoy.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Claustro

Un patio cuadrado con cuatro rostros familiares,
cuerpo, intelecto, espíritu y su relación fuera del yo,
encierra al hombre en toda su dimensión,
le resguarda y le da acceso al mundo y sus inquietudes,
en el centro, sobre una imponente fuente de granito,
la Inmaculada Concepción ofrece su fiel oración,
guiando a los frailes desde maitines hasta completas,
solemne incienso que huele a casa amada,
y la sombra de un árbol que recoge regalos frutales,
el penitente recorre el claustro, sin prisa,
como un niño que visita la casa solariega,
admira con asombro las altas arquerías,
descansando sobre columnas y dobles columnas,
cada piedra esta bendita y guarda en si un secreto,
una promesa invisible y misteriosa,
tanto que ni él mismo advierte su naturaleza,
sin advertencia, desaloja el silencio
por aquel murmullo quedo de la confesión,
y el penitente se marcha,
a veces algo preocupado,
de si lo habrá dicho todo
o si acaso volverá mañana,
el claustro le parece como una estancia,
ubicada entre lo mundano y lo sagrado.