martes, 14 de noviembre de 2017

Una mirada perdida

Supe que serían solo mías,
esta sed y la distancia,
entiendo bien mujer,
no puedo tomar tus alas
y hacerte volver,
pero tampoco puedo dejar
de suplicarle a la noche
tu gracia y tu ternura,
tu nombre y tu calor
y no puedo dejar de anhelar
el roce de tus palabras,
el aroma de tu cuerpo
y el sonido de tu voz.

El peso de tus manos
sobre las mías,
persiste en mi alma
y no puedo olvidar,
la dulzura de tus ganas
de quererme besar.

Contemplo días inconsolables,
solo espero fiel en ti mi amor,
meditando estas palabras
busco calma, herido estoy.

Ya no llores más
si tu ángel partió,
pues a esta hora
ya habrá escuchado
tu oración.

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