por este cruel tormento
indecible.
De quien se atreve a poner
desorden
a medir con lenguas las sílabas
mutilar estrofas, profanar la
rima
de quien persigue deseo
insufrible
que se levanta y ahoga los
sentidos
agita las manos, balbucea
latidos.
Ayes y ayeres indescifrables
ies y aes para sumar
caprichos.
Cuántos son los versos
diciendo nada o casi nada
porque algo falta, porque le
harta
cuantas las veces que se dice
escribo para mí, para mi alma
y el alma no se entera
todavía.
Estamos pensando la misma
cosa:
piedad y conciencia, piedad y
consuelo.
Pero no es culpa del que
sueña
ni del cielo o de la nueva
era
es un castigo irrevocable
es un don para bien y mal
de aquel que escribe y canta
que nada ni nadie debe
callar.
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