atraviesan pieles de ladrillo,
son todas como flechas de
caza
destinadas a la bestia mansa
víctima de fortuita piedad.
El agua que corre por el
atrio
hilvana sus cuerdas
invisibles
tajadas por terribles pisadas,
se forman ondas, nuclean
burbujas
voces que retornan a su
cauce.
La basura sombra que se
estanca
un rugido grave que ensordece
los propios instintos
animales
nos exigen volver a las
cuevas,
no pueden tocarme, estoy
distante.
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