En los suelos hay cicatrices
hechas por garras ardientes
que no conocen la moderación,
pertenecen a una bestia sin
culpa
fácil de provocar por la
Naturaleza
pero aún más de perder el
control,
con sus fauces consume el
aire
movida por el hambre eterna
hecha de deseos infernales
que arrojan Cuerpos al llanto,
un vino amargo que no se
acaba
y que uno ha sido obligado a
beber,
sentados para contemplar los fósiles
estas cenizas arrojadas sin
piedad.
Pero sé que la Tierra nos
habita,
volverá la Madre a confortar
y el verdor para borrarnos.
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