domingo, 21 de abril de 2019

Testimonio

Cuando el sacerdote
extiende sus manos
y pronuncia el ritual,
resuenan sus palabras.

Siento estremecer mi alma entera
como si un fuerte viento entrara
y sacudiera las llamas de los cirios
revelando las cosas escondidas.

-Esto es mi cuerpo.
Señor mío.
¡No estás en el sepulcro,
estás frente a mis ojos!

-Este es el cáliz de mi sangre.
Dios mío.
¡En verdad estás vivo,
mi fuerza y mi esperanza!

Una palabra tuya para sanarme.
Amor mío.
¡Eres tú el alimento,
para la salvación de las almas!

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