hay una voz que el tiempo desordena,
una vigilante cautiva
y segura de ser libre,
encargada de no intervenir
ante las caras de espanto
que son arrojadas al aire
por el pobre y necesitado,
no sufre ni conoce el placer,
solo la vigilia inmutable
y abrazada por el óxido,
una causa que no entiendo ni soporto
mientras me toca con sus ojos de metal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario