viernes, 8 de febrero de 2019

Arte divagante

Quizás, alguna vez, en un honesto y moderado estudio
hubo, una figura, una obra de arte que
si bien, ella se sabía genuinamente hermosa,
nadie, ni el autor cuyo nombre no interesa
y mucho menos ella, sabían a ciencia cierta lo que era,
si acaso una escultura venida de otro tiempo,
o una pintura cargada de simbolismos elevados,
una obra interactiva capaz de escuchar el pensamiento,
una partitura que ya muy pocos podrían reproducir,
o un poema sobre las hormigas y los granos de sal,
ahí ella, pretenciosa de todo, víctima de nadie,
tanto asombraba los sentidos pues
su cuerpo tenía una forma tal
que era indecible y prodigiosa,
si tenía comezón en la nuca se rascaba con los codos
y se mordía las pestañas cuando andaba aburrida
sus pies la cubrían del sol y la lluvia
y las flores de su cintura lloraban piedras
su risa contagiosa como una charla entre hienas y loros
y ese rostro que embona bien con todo nombre,
nadie tan hermosa como ella
nadie tan elaborada, permanente, original,
mística y profunda, magnífica,
alguna vez, en un honesto y moderado estudio, quizás.

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