ya no ignoro las horas y sus males,
que entran y salen de mi habitación
con sus pasos lentos y estridentes.
Porque ahora hago todo cuanto quiero,
porque no me he limitado
para transformar mis palabras de amor,
de miedo, de odio y
dolor,
en un acto incorruptible de mi persona,
sin imponerme sobre los demás,
porque no he renunciado a expresarme
y no he olvidado mis promesas.
Hago realidad mis anhelos con mi esfuerzo,
escribo y respiro como una sola necesidad,
sigo disfrutando al contemplar las aves
y escucho la poesía anónima,
que corta furiosa el aire en las calles,
contenida durante ocho horas diarias,
danzando en las azoteas de los edificios,
muriendo sobre el césped y lodo de días lluviosos.
Soy el hombre que quiero ser, hoy,
conservo todos mis errores como cuentos preciosos
y me enorgullezco de mis logros y virtudes juveniles,
mi corazón se alegra, estoy en paz.
Crecer y conocerme es la simple dicha que envuelve mi alma.
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