domingo, 30 de septiembre de 2018

Intruso

En una ocasión yo pude verlo, yo fui testigo,
por eso puedo respaldarte querida amiga,
hace mucho y también ocurrió por la noche,
luego de llegar cansado de mi oficina,
después de mirar mi dolor y acostarlo,
termine mis rituales y borre mis huellas
para ensuciar de nuevo todo mañana,
luego trate de dormir pero no encontré sus brazos,
ya nada es igual en esta casa,
todos los cuadros están inclinados
y cada tierna imagen se cae de nostalgia,
aquel cálido recuerdo de su cuerpo vivo,
la brisa salada rasgando nuestra piel,
el sonido de las gaviotas a la distancia,
es un llamado perpetuo a mi tristeza,
todas mis noches el mismo desvelo,
hasta que actúan los medicamentos,
otorgándome el cansancio para dormir,
una vez arropado en mi cama,
a punto de penetrar el sueño,
un presentimiento me asalto,
como si estuviera siendo acechado,
abrí mis ojos y levante el torso,
fue entonces cuando pude verlo,
se presentó en mi hogar como gran señor,
aquel mismo intruso que tú describes,
el mismo fenómeno del que me hablas,
un orbe de luz flotando en la habitación,
solo que a diferencia de ti amiga mía,
aquella luz no atravesó mi cuerpo
ni me hizo volver pronto al sueño,
no, más bien pude ver como se extendía,
como un estambre anaranjado, 
desenredándose en mi habitación,
una línea horizontal y serpenteante
que se construía frente a mis ojos,
no recuerdo ver el comienzo de esa línea,
solamente su terrible avance sin prisa,
luz naranja a poco más de un metro de mí,
flotando de izquierda a derecha,
creció hasta casi tocar la pared y se detuvo,
ahí fue cuando deje de sentir mi cuerpo,
la pesadez me lo fue arrebatando
y quise entregarlo por fin al sueño,
dormí o eso pensé, perdí la conciencia
en un espectro de luz naranja
que me lanzo a los rincones difusos
repletos de sensaciones fantásticas,
me hundí hasta disolver los espejos,
exhalé todos mis lamentos sin darme cuenta,
contemplando mi cuerpo ahogado en la arena
y como todas las piedras reflejaban la luz naranja,
me perdí y después de un tiempo desperté,
sentado al borde de mi cama y ahí estaba ella,
entregada a mí por aquella luz indiscreta,
yo la vi, era ella sentada a un lado de mí,
estire mi mano para tocar su rostro
y la alcanzo para ponerla sobre su pecho,
sentí latir un ritmo de dulzura serena
llevándose así mi dolor para siempre,
sus ojos amorosos penetraron los míos
mientras su perfume impregnaba la habitación,
solo entonces pude acostarme para dormir,
bajo el arrullo de su voz, bálsamo divino
y su mirada protectora acudiendo a mí,
ella mi ángel, mi corazón y mi calma,
volvió por una noche
como un intruso
de resplandor naranja.

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