reconozco y expreso mi sufrimiento,
en tristes palabras que me recuerdan otros tiempos,
me oscurezco y mi mente se queda en ecos dispersos,
qué fácil es mirarse y sentir lástima propia,
qué confortable es estremecerse en la miseria,
y solicitar al cielo una bendición,
y esperar sin ninguna otra acción,
pero qué difícil es ver la miseria ajena,
enterarse y compadecerse del hombre,
qué difícil escuchar el dolor y la pena
¿Quién de nosotros merece ser pobre?
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