domingo, 6 de enero de 2019

Epifanía

Era ya la víspera de la epifanía o bien día de reyes, es igual. Yo estaba cansado y orgulloso por el trabajo que había hecho, sentado en mi sillón favorito contemplando mi propia obra de arte, ningún niño despierto a causa de algún ruido extraño en la sala, las cajas colocadas junto a los zapatos con una simetría perfecta, me sentía como un director famoso que había preparado todo para la escena perfecta, ya solo quedaba esperar unas horas. Habrá sido por todo el trabajo de la semana pasada, conduciendo por todas partes, quizás fue que tomé ese vaso de leche caliente o simplemente que ya era tarde, como sea caí rendido en mi cómodo sillón y me dormí.
De pronto escuche como si una puerta se abriera pausadamente, todas las puertas en esta casa rechinan como cachorros escandalosos, esa era mi señal, pasos sigilosos recorriendo el pasillo mientras me escondía en la cocina y entonces…
Nada, nada ni nadie, ni un solo niño curioso entrando en la sala, deje mi escondite para ver que tramaban pero estaba solo, las galletas que no me comí sobre la mesita y la obra maestra intacta. Me sorprendí mucho pues nunca tardaban tanto en bajar, ya casi amanecía y entonces lo vi, un niño Dios en la mesita, me salió ayer en la rosca pero creí que lo había guardado en la cocina, al tomarlo me llene de nostalgia, escribir mi carta y esperar a mis reyes magos, esa tierna infancia que no deseo olvidar. Entonces pude ver una luz en el pasillo, ahora si eran ellos pensé, pero no me dieron tiempo de esconderme cuando una estela de luces coloridas entro a la sala, todo quedo iluminado de rojo, azul, de morado y de rosa, verde y naranja como una bandera que ondea por el viento pero sin viento, sin lógica posible, pude ver que marchaban como en un desfile montones de juguetes, guiados por la estela de luces entraron a la sala, primero un pingüino “no me caigo” luego miles de bloques para armar, muñecas de vestidos brillantes, patos bailarines y caballos que rebotan, un avión a control remoto que daba vueltas por la sala, súper héroes sonrientes y dinosaurios enormes rugiendo, bicicletas de colores, patinetas y patines con cascos, rodilleras y coderas, castillos de princesas y príncipes, peluches adorables y figurines coleccionables, balones y pelotas rebotando, trenes encarrilados y autos de carreras con pistas que se armaban solas para una carrera interminable, todo esto frente a mí, sin poder explicarlo yo quede maravillado, asustado, asombrado, no sabía qué hacer, ahora sí que los niños bajarían a ver todo este alboroto, robots haciendo ruido a la par de naves voladoras, guitarras y baterías tocando rock and roll, libros electrónicos para jugar, aprender y colorear, juguetes de todos tamaños, formas y colores, y al final de todo este espectáculo dos marcos pequeños entraron bailando, mi curiosidad me hizo levantarlos y al ver las fotos no pude contener el llanto, en una estaba yo, era una foto mía a los 7 años, una foto que creí había perdido y en la otra una foto donde estábamos todos, yo, mi hijo, mi hija y mi difunta esposa, una foto que había escondido hace tiempo. Había dejado que mi tristeza me quitara los bellos recuerdos de mi familia y de mi propia infancia, pero esa mañana estaba contento como nunca antes. Entonces alguien saltó sobre mí y desperté, era mi hijo.
-Papá ya llegaron los reyes, se comieron todo y dejaron todo muy acomodado-
Todo el espectáculo había desaparecido y solo quedaban mi obra de arte y dos marcos pequeños en la mesa.
-¿Eres tú papá? Cuando eras niño y también está mamá con nosotros-
-Que increíble, nunca habíamos visto esas fotos papá-
-¿Quién las dejo aquí papá?-
-Fueron los reyes magos mis niños.-
Aún en este tiempo hay lugar para creer.

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