martes, 17 de octubre de 2017

Enemigo de un mundo ausente

Vengo de las cuevas bendecidas por Éufrates y Tigris,
mi piel carga la arena de aquellos desiertos antiguos
y mi rostro lleva el signo de un ritual insospechado
he contemplado planicies sin un principio ni un final,
he navegado por incontables millas
y he alcanzado numerosas cumbres,
no hay senderos que no pueda recorrer,
no hay muros que impidan mi paso
y se bien lo que es propio a cada tiempo.

Vengo de muy lejos por lo que es mío,
vengo por las piedras preciosas de la tierra que agitas,
vengo por los árboles que viste y no viste crecer,
por las flores y los animales y todo solemne recurso
que con tu estupidez has tocado y condenado,
vengo por el nombre que te dieron tus padres,
por tu escudo, los gemidos y los cantos de gloria.

Voy a arrebatarte la calma
con el estruendo avasallador de los tambores,
con el empuje violento del sismo,
con la indiferencia mortal del hombre,
voy a conmocionar tu corazón,
marabunta de generaciones de este y otros siglos,
entre las voces de ideales olvidados en el fuego.

Tomaré todo de ti y se lo entregare a tus enemigos,
pasará un poco de tiempo y también a ellos tomaré,
no debes olvidar, que todo esto se ha visto ya,
ante todo, le han dado memoria al hombre para recordar
y le han dado permiso al tiempo para contar mis hazañas,
para que lleguen hasta tu pecho y entiendas y temas,
claramente digo que fue este el destino del hombre.

Estoy presente en las partículas
que azotan el aire, un aire de plomo,
soy los glaciares que se derriten,
soy el enemigo de un mundo ausente,
soy la ojiva nuclear, yo soy, la guerra.

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