compartamos los secretos inquietos,
las risas nerviosas y las miradas tiernas.
Estoy perdido sobre tu cuerpo de hojas,
acaricio cada rama tuya con devoción,
cuatro luces de oro seducen el encuentro
adornando la intimidad con discreción.
Muros y pedazos de muros
sostienen las delicadas ramas,
como rumores presentes en el edén
entran y salen por los corredores
y por la ventana nos miran.
Pronuncian cada duda y sus deseos
hasta ya no ser y ser algo más,
hasta que ya no se pueden escuchar,
ya no sufren mis muros ni tus hojas,
nuestra noche flota y lo cubre todo,
eterna es la noche, eterna la dicha.
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