lunes, 30 de enero de 2017

El canto de un visitante

Un buen día aquel hombre vino a mi hogar y me dijo:
Existen en mí las voces de los incautos y de los sabios,
de los mendigos y de los zares,
hay en mí, manos justas y manos criminales,
pechos de madres, pies de esclavos y risas de niños,
me estremezco con el trinar del jilguero en la campiña,
las partículas que flotan y resplandecen en la sombra,
las comisuras de tus labios y las arrugas en tu piel,
todo hombre y toda esencia es un milagro,
puedo sentir con mis pies desnudos la grava y también la hierba,
puedo besar las flores, los árboles y también las piedras
y darme una forma con el amoroso viento de la mañana,
porque soy libre, he nacido puro, hermoso y verdadero,
no privo a otro ser de su libertad, pues aunque mi condición
no me despoja del mal ni del deseo, si me permite ver a través de ambos,
es así que por elección aparto toda naturaleza violenta y destructiva,
no hay en mí una cuestión que me lleve al mal,
estoy presente en el lago del alma,
yo tomo un camino sin aspirar ningún destino
porque todos los destinos son míos,
me pertenecen desde el momento en el que nací, libre,
libre de arrastrarme, trepar y sumergirme
en toda especie de mi comprensión y de mi ignorancia.

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