lunes, 5 de septiembre de 2016

Luz que se disipa

Si no me engaño esta es de todas las horrendas advertencias, dentro de todo lo poco que conozco, la más terrible y la más seductora.


Se nos ha dado lo que pedimos,
es un perfume que adormece
y termina por matar los sentidos,
es un mantra que entorpece
y surge de mísera ilusión,
por la tarde se desbordan
hebras que carecen de amor,
todas ellas viven y brotan
para una sola función,
perturban todo su alrededor,
van y van llevando ansiedades
por encima de las calles,
ahí donde el mundo
arranca y destruye las verdades
con un eco moribundo,
dejando vacíos esclavos de delirante poder,
suplicando éxito de humillación,
enfermando con ganas de querer poseer,
en un reino de falsa satisfacción
y todo lo que ahora yo le miro
no proviene más de su interior,
ha disipando su brillo de zafiro,
se ha convertido en espectador
de un canto de insignificancia y de hambre,
una idea deformada que corre por la sangre
como un fantasma que devora
violentamente su escaso alimento,
donde su rugido es siempre espejo
de desesperación abrasadora,
obturando los sonidos
confunde las razones,
abreviando los latidos
sustenta las pasiones,
todas esas vanidades conducen al mismo lugar,
han sido escritas con un pulso incesante aterrador,
toda ella es una imagen, que no puedo soportar,
es una mentira, un triste afán excesivo aniquilador,
precipita perdiéndose en humo de locura
y se adorna de un patético resplandor,
una inútil señal hacia el fin de la curva
para doblarse dentro de otro menor.

Escucha este, el reclamo de tu alma,
no volverá tu luz al sol omnipotente
cuando quieras alumbrar en las ondas sombras de este olvido,
rasgando las infértiles tierras que has atestado de tu vanidad,
vuelve, recupera hoy aquella calma,
la tierna dicha del ayer en tu mente,
antes que te sea tarde, que nadie tiene lo que no ha pedido
y de todo lo poco que he visto, nadie puede amar la falsedad.

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