Sus gritos se
metieron en mi pecho
como un cuchillo que
penetra la carne,
desperté y corrí a su
habitación.
Mi amor, todo está bien
mírame, estoy aquí
contigo,
solo ha sido un sueño.
Mami, mami, tengo
mucho miedo
tuve un sueño horrible,
soñé que moría y no hacías nada.
No, no mi amor,
tranquila, está bien
estoy aquí, no va a
pasarte nada,
jamás dejaría que te
pase algo malo.
¿No vas a dejar que me maten?
No mi amor, por favor,
no temas, nadie va a
lastimarte.
¿Vas a protegerme siempre mami?
Así es mi vida, siempre,
pase lo que pase yo
estaré contigo.
Su cabeza reposó
sobre mi pecho
como un diamante sobre
un almohadón,
acaricié su rostro y besé su frente.
¿Y si me toman y me llevan lejos,
muy lejos de ti y no ves nunca más?
Aquellos gritos se
hicieron míos,
corrían sin control
por toda la casa.
Y hacen conmigo cosas malas,
y me hacen llorar mucho, mucho,
hasta que se seca mi cuerpo
y ya no puedo llorar más.
Sus palabras ahogaron
mi voz
mientras yo exhalaba
pedazos de mí.
Y si me quedo sola en el frío
donde nadie pueda verme,
hasta que pasan muchos días
y me quedo en la podredumbre.
El miedo se volvió
cólera,
y descendí hacia un abismo insufrible.
Y si mi cuerpo se afloja y se despega
hasta que ya no siento nada,
donde todo está oscuro
y me quedo sola ahí en la nada.
Y ahora las lágrimas
en su rostro
eran las lágrimas de
mis ojos.
Yo sé que fue un sueño, pero…
¿Me protegerías de algo así mami?
¡Sí! Yo voy a
protegerte mi amor,
yo voy a protegerte
siempre, siempre.
Hice con mis brazos
una suave e irrompible tela,
nos arropamos las dos
con ella
y de mi alma surgió
una simple oración,
dormimos juntas esa noche.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario